jueves, 19 de junio de 2025

El voto como acto de justicia histórica

Hoy vi un video donde un diputado propuso sancionar con la inhabilitación de la credencial de elector por un año a quienes no voten en elecciones, y los comentarios destacados eran:
 "el voto es LIBRE, es decir, puedes votar si quieres y si no quieres no, es un derecho, no una obligación", "bro, ¿estás defendiendo un posible atentado contra la libertad convirtiendo un derecho constitucional en una obligación?"... Entre otros de este tipo, y me he encontrado en recurrentes ocasiones en debates de este tipo con amigos, familiares y conocidos y es que en verdad considero fuerte que como sociedad no hemos terminado de pactar como una obligación civil y ética el "voto". 

En México, hay más de 101 millones de personas registradas ante el INE, es decir, más de 100 millones de credenciales activas. Eso implica que, en cada elección, se deben imprimir más de 100 millones de boletas. Sin embargo, en las elecciones presidenciales de 2024, la participación ciudadana fue del 61%. Aunque fue celebrada como una cifra récord, aun así casi 40 millones de boletas no se usaron. Solo en esa elección, se destinaron más de 22 mil millones de pesos. 
¿Cuánto de ese presupuesto terminó literalmente en la basura por el simple hecho de que un gran sector de la población decidió no ejercer su derecho a votar? 

El derecho al voto es una historia escrita con lucha y responsabilidad; desde que el ser humano comenzó a organizarse en sociedades, la toma de decisiones ha sido una cuestión central, durante siglos esas decisiones fueron monopolizadas por monarcas, élites o grupos privilegiados. 
El derecho al voto, tal como lo conocemos hoy no fue un regalo, sino una conquista que costó sacrificios, vidas y generaciones enteras de lucha. 

Los orígenes que llevaron de la exclusión a la inclusión de la sociedad en la toma de decisiones provienen desde la antigua Atenas, cuna de la democracia, solo un pequeño grupo de hombres libres tenía derecho a participar en la vida política. 
Ni mujeres, ni esclavos, ni extranjeros eran considerados dignos de opinar sobre el destino común. Esta “democracia” excluyente fue el punto de partida de una larga evolución. 
Durante la Edad Media y buena parte de la Edad Moderna, el poder estuvo en manos de reyes absolutos y clases privilegiadas, pero con la ilustración y las revoluciones burguesas, como la revolución francesa y la independencia de Estados Unidos, comenzaron a surgir las ideas de ciudadanía, derechos universales y representación. Aun así los primeros sistemas de voto moderno seguían excluyendo a la mayoría, ya que solo votaban hombres ricos, propietarios o educados, es decir que, la universalidad del sufragio era aún una promesa. 

En el siglo XIX y XX surge la conquista del sufragio universal, las luchas por el derecho al voto se intensificaron entre obreros, campesinos, mujeres, pueblos indígenas y comunidades racializadas, estas se organizaron para exigir su lugar en la democracia. En países industrializados como Inglaterra y Francia, los movimientos sindicales y socialistas exigieron derechos políticos para la clase trabajadora y de esta manera se coloca en el mapa el voto obrero, el voto dejó de ser un privilegio económico y se convirtió en una herramienta de justicia social. 

Las mujeres fueron sistemáticamente excluidas del poder político y esto llevo a un descontento social que inicio el sufragio femenino dentro de la escena política, en Reino Unido, las sufragistas lideradas por Emmeline Pankhurst enfrentaron arrestos, violencia y humillación para conseguir ese derecho. 
En Estados Unidos, personajes como Susan B. Anthony y Sojourner Truth lucharon por el sufragio femenino y racial en condiciones adversas. En América Latina, mujeres como Hermila Galindo en México allanaron ese camino. 
Cada avance en el derecho al voto no solo amplió el electorado, recordó al mundo que votar es ser parte del destino colectivo. 

El México pre independiente fue un México donde se moraba sin ciudadanía y por supuesto sin voto; durante la época colonial el pueblo no tenía derechos políticos, las decisiones eran tomadas por las autoridades virreinales enviadas por la corona española, la mayoría de la población indígena, afrodescendientes y mestizos carecían de voz y voto solo una pequeña élite blanca y adinerada ejercía algún poder local, pero siempre bajo la supervisión del virrey. 

El México independiente que tuvo su periodo entre 1821-1857, tuvo el privilegio del voto para unos pocos, tras la independencia en 1821, el país comenzó a experimentar con formas de gobierno republicano. Sin embargo, el sufragio era extremadamente limitado, en la constitución de 1824, el voto era indirecto y censitario es decir, solo podían votar los hombres que supieran leer y escribir y tuvieran propiedades o ingresos, esto excluía a la mayoría de la población (campesinos, indígenas, mujeres, obreros). 
Durante el siglo XIX, el país vivió guerras internas, invasiones y una constante lucha entre liberales y conservadores. El derecho al voto se convirtió en una moneda de cambio político más que en un derecho ciudadano.

La Constitución de 1857 trajo cambios importantes, con algunos avances y limitaciones, es esta se estableció el sufragio universal masculino, sin restricciones de renta, pero seguía siendo indirecto los ciudadanos elegían electores, quienes a su vez elegían a las autoridades y por supuesto las mujeres seguían excluidas completamente. Este periodo fue breve ya que la inestabilidad política y la intervención francesa dieron paso al segundo imperio y posterior a esto al porfiriato. 
El Porfiriato ocurre entre 1876 y 1911 y se vive "el voto sin democracia", ya que durante el gobierno de Porfirio Díaz el voto existía en papel, pero no en la práctica. Las elecciones eran controladas, manipuladas o directamente falsificadas, Díaz se mantuvo en el poder por más de 30 años gracias al fraude, la represión y la falta de alternancia esto generó un profundo descontento social que desemboca en lo que ya todos conocemos como "La revolución mexicana". 

La Revolución y la constitución de 1917 nacen como una nueva promesa que fue, en gran medida, una lucha por la justicia social, pero también por la democracia efectiva. Uno de sus grandes legados fue la Constitución de 1917, que estableció: 

• Sufragio efectivo, directo y secreto. 
• Voto universal masculino para mayores de 18 años que supieran leer y escribir. 
• El principio de que el poder debía emanar del pueblo. A pesar de este gran avance, el país vivió por décadas bajo un sistema político dominado por un solo partido, que controló el aparato electoral. 

El voto femenino quedó como una lucha postergada, las mujeres mexicanas lucharon durante décadas para obtener el derecho al voto.

El derecho al voto femenino en México no fue una concesión, sino una lucha constante de mujeres valientes que enfrentaron siglos de exclusión, discriminación y silencio. Lo que hoy parece un derecho básico, hace menos de un siglo era considerado impensable. 
Durante la Revolución Mexicana, muchas mujeres participaron activamente como soldaderas, enfermeras, espías, propagandistas e incluso combatientes. Sin embargo, al momento de reconstruir el país, sus derechos políticos no fueron reconocidos, ya que en la constitución de 1917 aunque si bien trajo grandes avances sociales, las mujeres no fueron incluidas como ciudadanas con plenos derechos políticos y aunque si bien podían estudiar y trabajar, no podían votar ni ser electas, esto resulto contradictorio e impulsó a muchas mujeres a organizarse y exigir el reconocimiento de su ciudadanía completa. 

En 1947, se les permitió votar en elecciones municipales, para finalmente, en 1953, tras una intensa lucha social y política, se reformara la Constitución con el fin de otorgar a las mujeres el derecho al voto y a ser electas en todos los niveles. Este fue uno de los momentos más importantes en la historia democrática de México. 
La historia del voto femenino en México es una lección de resistencia, dignidad y justicia ya que las mujeres mexicanas lucharon contra prejuicios, leyes injustas y estructuras patriarcales para lograr lo que hoy parece natural por eso, cada voto emitido por una mujer es un acto de memoria y de poder. 

Recordar esta historia no es solo honrar el pasado, sino asumir el presente con responsabilidad. 

La transición democrática: del voto manipulado al voto ciudadano Durante gran parte del siglo XX, México vivió bajo un régimen de partido hegemónico. El PRI controló los procesos electorales mediante fraude, coacción y estructuras clientelares. 

Con la presión ciudadana y reformas legales, comenzaron a darse cambios sustantivos: 

• En 1990 se creó el IFE (hoy INE) como organismo autónomo. 
• En 1997, por primera vez, la oposición ganó la mayoría en el Congreso. 
• En 2000, la alternancia llegó con la victoria de Vicente Fox, rompiendo 71 años de un mismo partido en la presidencia. 

Desde entonces, México ha vivido elecciones más plurales, competitivas y transparentes. 

  EL VOTO HOY DEBE SER UN DERECHO, DEBER Y COMPROMISO CIVIL Y ÉTICO. 

Actualmente, todas las personas mexicanas mayores de 18 años tienen derecho a votar, sin importar su género, clase social, raza, orientación sexual o ideología, sin embargo, los desafíos como el abstencionismo, clientelismo, desinformación y violencia política persisten. Muchos mexicanos aún sienten que su voto “no cuenta” o “no cambia nada”. Pero la historia demuestra lo contrario: cada derecho conquistado costó años de lucha.
Cada voto emitido con conciencia puede cambiar el rumbo de una comunidad, un estado, un país. 

Hoy el reto no es conquistar el voto, sino ejercerlo, en muchos países, el derecho al voto está legalmente garantizado. Sin embargo, su ejercicio no está asegurado. 
La apatía, el desencanto con la política, la desinformación o incluso la comodidad pueden alejarnos de las urnas y es justo aquí donde debemos reflexionar, que votar no es un trámite, es un acto de conciencia, que no solo es elegir autoridades, es afirmar valores, exigir cambios, construir el futuro. 
Cuando no votamos, cedemos nuestro poder a otros, y renunciamos a la oportunidad de influir en las decisiones que afectan nuestra vida, nuestra comunidad y las futuras generaciones. Cada vez que votamos, honramos la memoria de quienes lucharon para darnos ese derecho. Pero también nos comprometemos con un presente y un futuro más justo. 
Votar no es solo un derecho, es una responsabilidad cívica y ética. Un compromiso con la libertad, con la justicia, y con la democracia. 

El voto no debe ser visto como una obligación impuesta, sino como un privilegio conquistado con sangre y esperanza. Cuando marcas una boleta, no solo estás eligiendo un candidato, también estás ejerciendo tu poder ciudadano, estás diciendo “yo participo”, “yo decido”, “yo construyo”. No dejes que otros decidan por ti, no desperdicies el poder de tu voz. Votar es mucho más que un derecho, es el acto civil más poderoso en una democracia. 

El derecho al voto en México no llegó de un día para otro, por el contrario, es el resultado de siglos de lucha, de personas que arriesgaron e incluso entregaron su vida para que tú hoy puedas marcar una boleta, votar es el acto que nos iguala, que nos da voz, que nos permite ser parte activa del país que queremos construir, cuando votas no solo eliges un candidato… Te eliges a ti mismo como ciudadano. 

  Ejercer tu derecho al voto es un acto de memoria, de justicia, de compromiso con el presente y con el futuro. Votar no es solo un derecho, es un acto de justicia histórica, una herramienta de transformación y una obligación con las generaciones futuras.

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