En sociedades más simples la exogamia, no conoce la interferencia estatal y parece estar extendida –aunque no de forma absoluta o exclusiva entre los cazadores recolectores y entre pueblos de horticultores.
Por ejemplo, mujeres de las tribus del norte de África (Argelia, Libia); tribus de Etiopía y Sudán se ofrecen voluntariamente al forastero. Según un estudio publicado en 1968 por Duveyrier las mujeres, ya estuviesen solteras, casadas o viudas gozaban de extraordinaria libertad e independencia, otorgaban la “amistad del muslo” (así se refiere Duveyrier a la hospitalidad sexual que las mujeres brindada al forastero) y "muestran complacencia en divertirse con quien les parece"; en Kenia, por ejemplo, la mujer, aun cuando tenga pareja, puede otorgar la “amistad del muslo” al invitado. Engels dedica una parte de su libro “El Origen de la familia, la propiedad privada y el estado” a mostrar los vestigios expresados en ritos religiosos y festivos de ese tipo de comportamiento sexual entre los pueblos tribales, vestigios que sobrevivían aún bajo el ropaje religioso entre los griegos y otras civilizaciones antiguas. Engels explica con respecto a este fenómeno que: “Entre los negros australianos del monte Gambier, en Australia del sur, es donde” el misionero Lorimer Fison “encontró el grado más inferior de desarrollo. La tribu entera se divide allí en dos grandes clases. Está terminantemente prohibido el comercio sexual en el seno de cada una de estas clases; en cambio todo hombre de cada una de ellas es marido nato de toda mujer de la otra y recíprocamente. No son los individuos, son grupos enteros los que están casados unos con otros, clase con clase”.
El matrimonio por grupos –entendido como exogamia- no
implica que los hombres estén copulando compulsivamente con todas las mujeres
existentes fuera su clan, si una persona ha encontrado una pareja sexual –que
como vemos debe ser de otro clan- no necesariamente debe mantener relaciones
sexuales con otras personas (además, debido quizá a la falta de medios
anticonceptivos fiables, el sexo indiscriminado no parece ser la norma).
Algunos antropólogos sostienen la tesis de que la reproducción sexual humana, al implicar un hembra y un macho, implica también la creación de ciertos lazos afectivos que favorecen el establecimiento de relaciones de pareja con cierta estabilidad. Aunque esta teoría tiene cierta verosimilitud, la historia muestra que una relación afectiva fuerte entre una pareja sexual no excluye necesariamente el establecimiento simultáneo de otras relaciones con lazos afectivos igualmente fuertes. Lazos afectivos entre diversas parejas sexuales no se encuentran con el obstáculo de tabús desarrollados en etapas posteriores de la historia.
Los indios barí de
Venezuela y Colombia, por ejemplo, creen que “un niño no nace del esperma de un
único hombre, sino de la acumulación de esperma en el útero de una mujer. Una
buena madre intentará tener relaciones sexuales con varios hombres diferentes,
en especial cuando está embarazada”. Esta creencia refuerza la idea de que el sentimiento
de pertenencia romántica está relacionado con el sentido de propiedad, que
surge tras la producción de un excedente convertido en propiedad privada. El
amor de pareja no necesariamente implica fidelidad, se debe reconocer que el
amor se configura históricamente aun cuando ello pueda parecer un sacrilegio al
amor verdadero tal como se concibe desde la óptica de la familia monogámica.